La doble atadura de las expectativas de género: análisis de la violencia simbólica

Un análisis del cortometraje “Be a lady they say” como diagnóstico social de los mandatos contradictorios que recaen sobre las mujeres y su relación con la violencia simbólica, estructural y emocional

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Artículo escrito por Anne Almansa Acedo - Article written by Anne Almansa Acedo

El cortometraje “Be a lady they say” se alza como un contundente diagnóstico social, una enumeración implacable de los mandatos sociales que recaen sobre las mujeres. La gran potencia de esta pieza radica en su exposición de las contradicciones flagrantes: «mírate sexy, pero no seas provocativa»; «come, pero sé talla cero»; «sé inocente, pero sé sexual». El objetivo de este trabajo es realizar una reflexión crítica sobre este fenómeno, analizando estos mensajes a la luz del marco conceptual de las violencias machistas y desentrañando sus consecuencias en el bienestar emocional y la autoestima, para finalmente proponer estrategias de afrontamiento basadas en la deconstrucción teórica y la autoconciencia.

Mi tesis central es que la educación contradictoria de las mujeres, tal como se ilustra en el vídeo, constituye la manifestación más visible de la Violencia Simbólica, que a su vez cimenta la Violencia Estructural. Estas dinámicas operan en un sistema de doble vínculo: al exigir la imposibilidad, se garantiza la subordinación y se frustra el empoderamiento auténtico.

1. La contradicción como fundamento de la violencia simbólica

¿Pienso que a las mujeres se nos educa con mensajes tan contradictorios como aparecen en el vídeo?

Mi respuesta es rotundamente afirmativa: la educación de género está intrínsecamente saturada de mensajes contradictorios. Considero que este proceso no es casual, sino una estrategia inconsciente y profundamente arraigada del Sistema Patriarcal, que impone roles de género rígidos a través de un proceso de Socialización de Género que nos moldea desde la infancia.

El vídeo capta y expone magistralmente la esencia de la Violencia Simbólica, un concepto fundamental que, dentro del Triángulo de la Violencia propuesto por Johan Galtung, se sitúa como la base invisible que legitima la desigualdad. Esta violencia se manifiesta en los discursos, ideas y valores que hacen que la dominación sea percibida como natural o incluso como una aspiración deseable. Los mandatos enumerados en el cortometraje son el ejemplo perfecto.

Por un lado, la Dicotomía Estética y el Cuerpo Imposible: se exige a la mujer un cuerpo que es simultáneamente un objeto de deseo (sexy, maquillada, sin vello, con procedimientos estéticos) y un símbolo de pureza (cubierta, natural, que “no se esfuerce demasiado”). La imposibilidad reside en que el cuerpo debe ser perfecto para el escrutinio social, pero esa perfección debe parecer espontánea. Esta presión estética se cristaliza en fenómenos de body shaming (la crítica constante y pública al cuerpo ajeno), un acto de violencia que refleja cómo este mandato estético se impone de forma agresiva en el espacio público y digital.

Por otro lado, la Dicotomía Comportamental y la Anulación de la Agencia: se pide a la mujer que sea emocionalmente contenida («no seas tan emocional, no llores, no grites») mientras, paradójicamente, se la somete al escrutinio constante de su estado de ánimo («¿por qué eres tan miserable?»). Lo más grave es la negación de la autodeterminación sexual y relacional: la instrucción final de «no digas sí, no digas no, solo sé una dama» exige la renuncia a la elección activa. Este doble vínculo, donde cualquier acción activa es incorrecta, anula la agencia personal y nos deja en un estado de indefensión aprendida, la condición psicológica que nos lleva a percibir el control sobre nuestra situación como algo inalcanzable.

Esta violencia simbólica, al estar tan normalizada y asimilada en la cultura popular y los micromachismos cotidianos, se convierte en el sustrato emocional y cultural de la violencia estructural, que perpetúa las desigualdades en el acceso al poder y los recursos.

2. Contradicción y consecuencias: del malestar a la desposesión personal

¿Generan estos mensajes malestar o empoderamiento en las mujeres y por qué?

Este conjunto de mensajes genera un profundo y persistente malestar (distrés) y es un obstáculo activo y poderoso para el desarrollo de un empoderamiento genuino. El malestar se produce por múltiples vías:

1. Violencia Psicológica Internalizada: los mandatos contradictorios fuerzan una autoevaluación negativa constante. Al intentar cumplir con los extremos opuestos, la mujer solo puede percibirse como un fracaso en un área u otra. Esta es la esencia de la Violencia Psicológica que no emana de un agresor individual, sino de la propia estructura social, manifestándose como baja autoestima, culpa, ansiedad y una agotadora fatiga mental derivada de la gestión constante de la imagen y el comportamiento público.

2. Refuerzo de la Dependencia Emocional: el mandato de «cocinar su cena, mantenerlo feliz, ese es el trabajo de una mujer» conecta directamente con los Mitos del Amor Romántico. Específicamente, refuerza la creencia en el mito del sacrificio, donde el bienestar personal de la mujer se subordina a la estabilidad de la pareja y a la felicidad del otro. Esta dinámica fomenta la dependencia emocional, creando una puerta de entrada para la normalización de los micromachismos y facilitando una posible escalada de la violencia en las relaciones afectivo-sexuales.

3. Transferencia de la Responsabilidad de la Agresión: el segmento del video que dedica más de diez segundos a enumerar las precauciones que una mujer debe tomar para «no ser violada» (no beber mucho, no caminar sola, no vestir así) es un claro ejemplo de la transferencia de la responsabilidad de la agresión a la víctima. Este mensaje social refuerza la justificación de la Violencia Sexual, sosteniendo la falacia de que la agresión es un resultado de la conducta de la víctima, en lugar de ser la decisión y el acto exclusivos del agresor.

El verdadero empoderamiento, por lo tanto, no es la habilidad de una mujer para maniobrar entre estas contradicciones, sino su capacidad de identificarlas y rechazarlas como imposiciones tóxicas. El empoderamiento es la toma de conciencia de que la valía personal es intrínseca y no puede ser negociada con mandatos externos.

3. Estrategias de afrontamiento: la resistencia personal y colectiva

¿Cómo podemos hacer frente a mensajes que nos piden cuerpos imposibles y una forma de relacionarnos con nosotras mismas desde la falta de aceptación y la falta de autoestima?

Hacer frente a la violencia simbólica requiere una acción multifacética que combine la deconstrucción personal con el cambio estructural. La estrategia de afrontamiento debe construirse sobre los pilares propuestos para la prevención: la reestructuración cognitiva y el fomento de una Cultura de Buen Trato.

A. Desmantelamiento de la Socialización de Género (nivel personal)

1. Cuestionamiento Activo y Desmontaje de Creencias: el paso inicial es el análisis crítico de la información. Debemos desmontar las falsas creencias instaladas sobre la belleza, el amor y el éxito femenino que nos fueron inoculadas durante la socialización. Esto implica interrogar constantemente la fuente de nuestra autoestima: ¿estoy validando mi cuerpo o mi ser por mi propia experiencia y deseo, o por una mirada heterónoma?

2. Rechazo del Doble Vínculo: al reconocer que los mensajes contradictorios (como la exigencia de ser sexy y pura a la vez) son un doble vínculo diseñado para que fallemos, se desactiva su poder psicológico. La lucha se convierte en aceptar la propia complejidad y dejar de buscar una identidad unificada y perfecta que cumpla con los estándares patriarcales.

3. Fomento de la Autoaceptación Radical: frente a la demanda de un «cuerpo imposible», la resistencia pasa por centrar la relación con el cuerpo en la funcionalidad, la salud y el bienestar, en lugar de la apariencia. Esta práctica contrarresta directamente la violencia psicológica y la baja autoestima, permitiendo a la mujer establecer límites claros sobre lo que permite o no en su entorno.

B. Promoción de la Cultura de Buen Trato (nivel colectivo)

El afrontamiento no puede ser solo individual; debe ser colectivo. El Buen Trato se define como una cultura de reciprocidad, respeto y reconocimiento de la dignidad, y es la antítesis de la violencia machista.

1. Educación y Prevención en Corresponsabilidad: el cambio más profundo se produce al modificar los patrones de Socialización de Género desde la infancia, enseñando la igualdad, la corresponsabilidad en los cuidados y, fundamentalmente, la gestión emocional sin violencia.

2. Alianza y Acompañamiento: si bien este ensayo se centra en la violencia simbólica, debemos estar preparadas para actuar ante la Violencia Directa. El protocolo establece que, si conocemos a alguien que sufre violencias machistas, la actuación debe ser desde la escucha activa, el apoyo no enjuiciador y el acompañamiento a los recursos especializados disponibles (servicios sociales, apoyo jurídico, etc.).

3. Resistencia a la Normalización de la Violencia: luchar contra los mensajes contradictorios significa también mostrar una posición firme de tolerancia cero ante los micromachismos y los discursos simbólicos que los perpetúan. Esto incluye rechazar activamente la complicidad en el ciberespacio, como la difusión de contenido sexista o el body shaming, que refuerzan estos mandatos de género imposibles.

Conclusión

En conclusión, “Be a lady they say” es una herramienta invaluable que nos permite vislumbrar cómo la Violencia Simbólica opera para cimentar la Violencia Estructural y, en última instancia, justificar la Violencia Directa. Los mensajes contradictorios no son un defecto del sistema, sino su principal mecanismo de control, diseñado para mantener a las mujeres en un perpetuo estado de malestar, auto–duda y dependencia.

Esto nos obliga a ir más allá del sufrimiento individual. El verdadero camino hacia el empoderamiento pasa por identificar la fuente del malestar en el sistema y no en la propia insuficiencia. El afrontamiento efectivo requiere, por tanto, una doble estrategia: la autonomía radical en el plano personal, basada en la autoaceptación y el rechazo de los mitos románticos y corporales, y la acción colectiva en el plano social, trabajando activamente por una Cultura de Buen Trato que reconozca la plena agencia y dignidad de todas las mujeres, libre de dobles ataduras. El rechazo a la orden de «sé una dama» es, en esencia, la afirmación de la propia identidad.

The short film “Be a lady they say” stands as a powerful social diagnosis, an implacable list of the social mandates imposed on women. Its strength lies in the way it exposes blatant contradictions: “look sexy, but don’t be provocative”; “eat, but be size zero”; “be innocent, but be sexual”. The aim of this essay is to offer a critical reflection on this phenomenon, analysing these messages through the conceptual framework of gender–based violence and unpacking their consequences for emotional wellbeing and self-esteem, in order to propose coping strategies based on theoretical deconstruction and self-awareness.

My central thesis is that the contradictory education of women, as illustrated in the video, is the most visible expression of Symbolic Violence, which in turn underpins Structural Violence. These dynamics operate within a double–bind system: by demanding the impossible, they guarantee subordination and undermine genuine empowerment.

1. Contradiction as the basis of symbolic violence

Do I think women are educated with messages as contradictory as those shown in the video?

My answer is a resounding yes: gender education is intrinsically saturated with contradictory messages. I see this process not as accidental but as an unconscious and deeply rooted strategy of the Patriarchal System, which imposes rigid gender roles through a process of Gender Socialisation that shapes us from childhood.

The video captures and exposes the essence of Symbolic Violence, a key concept which, within Johan Galtung’s Violence Triangle, appears as the invisible foundation that legitimises inequality. This violence manifests itself in the discourses, ideas and values that make domination seem natural or even desirable. The mandates listed in the short film are a perfect example.

On the one hand, there is the Aesthetic Dichotomy and the Impossible Body: women are required to have a body that is simultaneously an object of desire (sexy, made-up, hairless, shaped by cosmetic procedures) and a symbol of purity (covered, “natural”, not trying “too hard”). The impossibility lies in the demand that the body be perfect under social scrutiny, while that perfection must appear effortless. This aesthetic pressure crystallises in phenomena such as body shaming – the constant and public criticism of other people’s bodies – which is a form of violence that shows how these aesthetic mandates are aggressively imposed in public and digital spaces.

On the other hand, there is the Behavioural Dichotomy and the Erasure of Agency: women are told to be emotionally contained (“don’t be so emotional, don’t cry, don’t shout”), while at the same time their mood is subject to constant scrutiny (“why are you so miserable?”). The most serious aspect is the denial of sexual and relational self-determination: the final instruction, “don’t say yes, don’t say no, just be a lady”, demands the renunciation of active choice. This double bind, in which any active response is wrong, cancels personal agency and leaves us in a state of learned helplessness, the psychological condition in which control over one’s situation is perceived as unattainable.

Because this symbolic violence is so normalised and internalised in popular culture and everyday micro-sexism, it becomes the emotional and cultural substrate of structural violence, which perpetuates inequality in access to power and resources.

2. Contradiction and consequences: from distress to dispossession

Do these messages generate distress or empowerment in women, and why?

Taken together, these messages generate deep and persistent distress and form an active, powerful barrier to the development of genuine empowerment. Distress arises in multiple ways:

1. Internalised Psychological Violence: contradictory mandates force constant negative self-evaluation. When a woman tries to satisfy opposing extremes, she can only see herself as a failure in one area or another. This is the core of Psychological Violence that does not come from one individual aggressor but from the social structure itself, manifesting as low self-esteem, guilt, anxiety and exhausting mental fatigue derived from the constant management of public image and behaviour.

2. Reinforcement of Emotional Dependence: the mandate “cook his dinner, keep him happy, that’s a woman’s job” connects directly with the Myths of Romantic Love. In particular, it reinforces the myth of sacrifice, in which a woman’s wellbeing is subordinated to the stability of the relationship and the other person’s happiness. This dynamic fosters emotional dependence, opening the door to the normalisation of micro-sexism and enabling a possible escalation of violence in affective–sexual relationships.

3. Shifting Responsibility for Aggression: the section of the video that spends more than ten seconds listing the precautions a woman must take “not to get raped” (don’t drink too much, don’t walk alone, don’t dress like that) is a clear example of shifting responsibility for violence onto the victim. This social message reinforces the justification of Sexual Violence, upholding the false belief that aggression is the result of the victim’s behaviour rather than the sole decision and act of the aggressor.

True empowerment, therefore, does not lie in a woman’s ability to manoeuvre within these contradictions, but in her capacity to identify and reject them as toxic impositions. Empowerment is the awareness that personal worth is intrinsic and cannot be negotiated through external mandates.

3. Coping strategies: personal and collective resistance

How can we confront messages that demand impossible bodies and teach us to relate to ourselves from a place of non-acceptance and low self-esteem?

Confronting symbolic violence requires a multifaceted response that combines personal deconstruction with structural change. A coping strategy should be built on the pillars proposed for prevention: cognitive restructuring and the promotion of a Culture of Good Treatment.

A. Dismantling Gender Socialisation (personal level)

1. Active Questioning and Unlearning of Beliefs: the first step is the critical analysis of the information we receive. We must dismantle the false beliefs about beauty, love and feminine success that were instilled in us during socialisation. This implies constantly asking where our self-esteem comes from: am I validating my body and my self based on my own experience and desire, or through an external, heteronomous gaze?

2. Rejection of the Double Bind: once we recognise that contradictory messages (such as the demand to be sexy and pure at the same time) are a double bind designed to make us fail, their psychological power is weakened. The struggle then becomes one of accepting our own complexity and abandoning the search for a unified, “perfect” identity that fulfils patriarchal standards.

3. Radical Self-Acceptance: in the face of the demand for an “impossible body”, resistance lies in centring the relationship with our body on functionality, health and wellbeing rather than appearance. This practice directly counters psychological violence and low self-esteem, allowing women to set clear boundaries about what they will and will not tolerate in their environment.

B. Promoting a Culture of Good Treatment (collective level)

Coping cannot be purely individual; it must be collective. A Culture of Good Treatment is built on reciprocity, respect and recognition of dignity, and is the antithesis of sexist violence.

1. Education and Prevention through Co-responsibility: the deepest change occurs when we transform patterns of Gender Socialisation from childhood, teaching equality, shared responsibility for care work and, above all, non-violent emotional management.

2. Alliances and Support: while this essay focuses on symbolic violence, we must also be prepared to respond to Direct Violence. Protocols indicate that, if we know someone experiencing gender-based violence, we should act through active listening, non-judgemental support and accompaniment to specialised resources (social services, legal aid, etc.).

3. Resisting the Normalisation of Violence: confronting contradictory messages also means taking a firm stance of zero tolerance towards micro-sexism and symbolic discourses that perpetuate it. This includes actively refusing complicity in cyberspace – for example, by rejecting and not spreading sexist content or body shaming, which reinforce these impossible gender mandates.

Conclusion

In conclusion, “Be a lady they say” is an invaluable tool that allows us to see how Symbolic Violence operates to cement Structural Violence and, ultimately, to justify Direct Violence. Contradictory messages are not a flaw in the system; they are its main mechanism of control, designed to keep women in a permanent state of distress, self-doubt and dependence.

This pushes us to look beyond individual suffering. The real path to empowerment lies in identifying the source of distress in the system itself, not in our supposed personal inadequacy. Effective coping therefore requires a double strategy: radical autonomy at the personal level, based on self-acceptance and the rejection of romantic and body myths, and collective action at the social level, actively working towards a Culture of Good Treatment that recognises the full agency and dignity of all women, free from double binds. Rejecting the command to “be a lady” is, in essence, an affirmation of one’s own identity.

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